
11 Abr ¡Respira! Pranayama: respiración y yoga
Es el acto más importante de nuestra vida. El primero, el último, de día y de noche, sin descanso.
Apenas podemos aguantar unos minutos sin respirar, lo hacemos todo el rato, sin darnos cuenta y, sin embargo, no le sacamos provecho. No lo hacemos bien. No se trata solo de adquirir el oxígeno suficiente, tiene mucho más potencial que ese. Descubre el pranayama.
Beneficios del pranayama
Los antiguos yoguis ya sabían que el control de la respiración tiene muchos beneficios: relaja los músculos, mejora la circulación sanguínea, beneficia al sistema inmune, nos calma, mantiene el estrés a raya… y también nos llena de energía.
¿Alguna vez has tenido un ataque de ansiedad? Si la respuesta es sí, sabes perfectamente que la respiración va de la mano de tu equilibrio mental: suspiramos porque necesitamos eliminar energía que no queremos. Si vemos que nos falta energía para afrontar algo, llenamos nuestros pulmones de aire, y, si lo que queremos es relajarnos, podemos respirar hondo y alargar la exhalación.
Es por esto que, el control de la respiración, es la base del yoga (ya sabes que lo que el yoga busca no es que aumenten tus seguidores de instagram, es que tengas toda la paz mental posible… vamos, que te ilumines o llegues al Samadhi).
Aunque las palabras “ control de la respiración” se quedan muy cortas para lo que se hace en yoga.
¿Qué es el prana?
Vale, ya no es aire de lo que hablamos, es de prana. ¿Qué es el prana? Mmmmm, ¿le has preguntado alguna vez a un pez que qué es el agua? Pues realmente, nuestra relación con el prana es mucho más intensa que la de un pez con el agua.
El prana nos rodea, pero también nos alimenta. Lo adquirimos cuando comemos, también cuando respiramos… Es la suma total de las energías del universo. El prana es bien, nos gusta, lo queremos dentro y… sobre todo, queremos que fluya. No queremos prana atascado fastidiando la circulación por las autovías de nuestra energía, y de esto, se encarga el yoga (y, en concreto, el pranayama).
Sin embargo, muchas veces, en clase de yoga (sobre todo cuando comenzamos) simplemente, se nos olvida atender a nuestra respiración. Bastante tenemos con poner la mirada ahí, el pie allá, rotar la cadera de una manera que no sabes ni qué significa y mantener el cuerpo firme, pero relajado, contrayendo el suelo pélvico y sin fruncir el ceño. ¡Como para pensar también en cómo estamos respirando! Lo sé, he pasado por eso.
La realidad es que, sin control de la respiración, no hay yoga.
¿Cómo observo mi respiración?
Paciencia, hay muchas técnicas de pranayama: para subir la energía, equilibrar hemisferios, relajarse, ayudarte en el movimiento… pero no te agobies, paso a paso, comienza observando tu propia respiración.
Escúchala, sin controlarla, de vez en cuando en tu casa. Mantén tu espalda alargada y observa cómo respiras, y cómo te sientes. No controles nada, acepta lo que es tal como es. Examina, sé consciente: ¿qué partes de tu cuerpo se mueven?, ¿dónde empieza la respiración?, ¿qué se mueve primero?, ¿qué emoción estoy sintiendo?, ¿cuánto dura mi pausa entre inhalación y exhalación?, ¿expulso todo el aire?
Hazlo en cualquier otro momento, cuando te sientas de manera diferente, en otra postura. Irás ganando conciencia sobre tu propia respiración. ¡Felicidades, va a ser genial!, (prueba a ralentizarla cuando estés estresado). Y fíjate que, poco a poco, vas ganando esa atención a tu forma de respirar cuando haces yoga… y también a cuando no lo haces.
Ahora tienes la llave de la puerta más importante de tu vida. La que te conecta con tu serenidad.
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