Sobre mí
Me llamo Bea. Empecé a hacer yoga hace unos quince años. Lo hice por supervivencia.
Tras un desorden por estrés post-traumático llegó su compañera, la depresión. Entonces descubrí que el yoga no era solo mi motivo para salir de la cama, también era lo único que paraba el flujo de imágenes torturadoras con las que mi mente me bombardeaba continuamente. Empecé a hacerme una adicta (al yoga, claro).
Nunca es tarde…
Por aquél entonces yo trabajaba en los servicios informativos de TVE. Cuando se cumplió mi contrato, comencé a viajar por el sudeste asiático. Tailandia me gustó tanto que decidí alargar mi estancia allí… unos tres años.
Trabajaba como instructora de buceo, nadaba con tiburones, bebía batidos de mango en la playa al atardecer y, por supuesto, hacía yoga. Recuerdo con especial cariño a mis maestras de yoga en Tailandia, con ellas aprendí que el yoga no solo te ayuda a experimentar el aquí y el ahora, además, puede sanar tus heridas del pasado y te hace emocionalmente más fuerte para recibir el futuro, sin miedo. Te enseña a no dar nada por sentado y agradecerlo todo. El yoga cambia tu modo de ver el mundo.